Serpentea.
Mi fantasma me mira fijamente, sentado frente a una fogata, fuego de cajones de madera podridos, de posibles conejeras, de posibles gallineros, y mi primo no está, y estoy solo, frente a mi espíritu blanco, bajo un árbol de moras, recuperé el miedo que perdí cuando encontré estatuas de oro bajo la cama, cuando la bolilla de cuatro petalos azules, mi preferida, se fue, y mas alla entre la tumba de Toba, diosa de fotos viejas, de tapiales bien pintados, de pileta de lona, de plantas y flores.
La pieza de Falucho tiene el piso rajado, dos bolsas de juguetes rotos y varios frascos de experimentos, casi todos a base de rosa china; la pieza de planchar; la pieza de atras, terreno de nadie, no tendrá luz el farol en mi pesadilla, pues casi nunca la tenía.
Un títere trepa la pared, gira su cabeza y me mira, complota con las estatuillas chinas que comen gente, me esperan en la pieza del piano en la noche, pero su poder se disipa cuando son liberadas, y ya haremos las paces en otro sueño.
El cañaveral se hace jungla, los ciruelos centenarios nos miran jugar, los duendes viven bajo una montaña de ramas y pasto seco, y vestidos de verde y amarillo perdimos de local.
Pero no sé que fui a buscar esa noche, tan de noche. Mas que brujerias ajenas de copas rotas, mas que ruidos petrificantes e imposibles, un fantasma serpentea dentro mio, él y otros, que me hicieron huir de allí para acompañarme para siempre en forma de recuerdos.
viernes, 8 de agosto de 2008
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